Algunos dicen que la vida es un sueño, y que la muerte es despertar.
Otros dicen que la muerte es un sueño, y la vida es despertar.
Yo digo que ambas son sueños, y que nada es real.
Desde mi infancia, me he sentido atraído por los sueños.
Me gusta dormir, y me gusta soñar. Soñar es como viajar a otros mundos, donde todo es posible.
En mis sueños, puedo volar, nadar bajo el mar, o simplemente caminar por un hermoso paisaje.
A veces, mis sueños son tan reales que cuando me despierto, tengo que recordar que fueron solo sueños.
Esto es especialmente cierto para los sueños malos, que pueden ser muy aterradores.
Pero incluso los sueños malos tienen su lado bueno.
A veces, pueden ser una forma de enfrentar nuestros miedos y superarlos. O pueden ser una forma de expresar nuestros deseos o frustraciones.
En cierto sentido, todos somos soñadores. Soñamos cuando estamos despiertos, y soñamos cuando estamos dormidos.
La única diferencia es que, cuando estamos despiertos, tenemos la opción de hacer algo con nuestros sueños.
Podemos ignorarlos, o podemos seguirlos.
Seguir nuestros sueños puede llevarnos a lugares increíbles.
Nos puede llevar a conocer nuevas personas, aprender nuevas cosas, y descubrir cosas sobre nosotros mismos que nunca imaginamos. Pero también puede ser peligroso.
A veces, podemos perdernos en nuestros sueños, y olvidarnos de la realidad. O podemos ser engañados por ellos, y terminar haciendo algo que nos perjudiquen.
Pero, en última instancia, creo que valen la pena seguir.
Porque, al final, son nuestros sueños los que nos dan la vida.
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